IMAG0818En la época del Big data, de la acumulación de información y cuantificadores de las bases de evidencias científicas se plantea aun más la pregunta sobre lo particular de los individuos a los que estas fórmulas estadísticas, datos, información, hacen sombra.

En los servicios de atención pública, es común que se hable de las carteras de servicios: Ahora toca los TDAH, ahora los deprimidos, s.o.s suicidio, las personalidades altamente sensibles, los autismos de alto y bajo espectro, donde lo particular de las personas que caen bajo estas etiquetas, brilla por su ausencia pero retorna en la insatisfacción cada vez más exacerbada de los individuos afectados y de las personas que velan por sus cuidados, padres, instituciones, profesionales.

Destaco así, lo que aparecía en mis reflexiones clínicas, cuando por designio político más no clínico, algunos colegas de los centros de salud mental infanto-juvenil tuvimos que pasar por varias horas de “formación” en lo que se nos señalaba sin reparos como la metodología “científicamente” valida, designada por los poder políticos para ejercer el acto clínico, sin distingo de formación.

Sabemos que con la psicometría algunos psicólogos se han hecho un lugar y han sido tenidos en cuenta en los servicios aportando datos “científicos”. Para muestra el texto de Stephen Jay Gould, que parafraseo en mi título “La falsa medida del hombre” o el elegante ensayo de Hans Magnus Enzensberger “En el laberinto de la inteligencia. Guía para idiotas”.

Por similar vía algunos psiquiatras lograron respetabilidad tras el hallazgo de los psicofármacos. Pero es un error creer que el saber clínico esté todo allí y sea el saber que desplace al arte de la entrevista clínica, extracción del grano de arena, de la suposición de la unidad de la concha que damos en llamar cuerpo.
La clínica que quiero subrayar con estos comentarios es la que a diferencia de estas vías de investigación cuyo afán es la acumulación y cruce de datos, lucha por lo particular del sujeto que se pierde hoy en día.

No estamos lejos de la robotización del acto clínico. Nos acercamos a lo chato donde el saber hacer del clínico se degrada en órdenes de mando que imperan ser cumplidas, aplazando las manifestaciones fuera del protocolo en las que un paciente por un lapsus, con un acto, nos enseña del brillo de su diamante en bruto, lo que trae como síntoma y sobre el cual ya va haciendo un trabajo, es decir, lo que Freud nos señalaba en relación al síntoma, como solución de compromiso.

No se puede aplazar e interponer la ocurrencia de una niña por no atender la consigna del pasador de la prueba y dirigirse a los cordeles de cuerda con que se hace un collar, con que enviste su cuerpo, rechazando ocuparse de seriar unos cubos por colores. Esta niña enseñaba su modo de hacer ciencia, su método, que cosas signaba dentro de sus inquietudes, en el sentido de Agamben “toda investigación debería implicar una cautela Arqueológica, esto es, retroceder en el propio recorrido hasta el punto en que algo ha quedado oscuro y no tematizado. Sólo un pensamiento que no esconde su propio no-dicho, sino que de manera incesante lo retoma y lo desarrolla, puede pretender eventualmente ser original”

Es sumamente de interés en el trato con el autismo, de los niveles que sea, elevar a paradigma, a signatura, a saber Arqueológico, el saber que se produce con éste en el encuentro clínico más allá de cumplir los ítems y el itinerario del investigador en su afán de acumulación de saber. Esta niña así me lo enseñaba, los colores no le presuponían dificultad más si el hacer con el cuerpo, armarlo, amarlo.

 

Bibliografía revisada

Agamben Giorgio. “Signatura rerum. Sobre el método” Editorial Anagrama 2010.
Enzensberger Hans Magnus. “En el laberinto de la inteligencia” Editorial Anagrama 2009.
Jay Gould Stephen. “La falsa medida del hombre” Editorial Crítica 2009.