Jean-Pierre Rouillon

es director del Centre thérapeutique et de recherche de Nonette (Francia).

 

En Francia, la serie de los Planes autismo –vamos ya por el cuarto- ha tenido como orientación y consecuencia una reorganización del campo sanitario y del campo médico-social, a través de la promoción de las terapias cognitivas y conductuales como único método científico. Se trata también de substituir al modelo económico del Estado del bienestar el del liberalismo y la lógica de mercado.

El autismo es un trastorno del neurodesarrollo –dicen ellos- y se decide entonces unificar, a partir de este principio, la lengua de todos aquellos que intervienen. Debemos pasar entonces de la atención del modelo institucional a una lógica de prestaciones y de servicios. Se trata, también, de no confiar más en el saber-hacer obtenido a partir de los encuentros y la experiencia, sino de aplicar protocolos a la letra; protocolos, elaborados por «expertos», que siguen el método del consenso.

Francia, país seguidor de la tendencia de los países anglosajones en lo que respecta a estos dominios, está a punto de conseguir su retraso. Sin embargo, se resiste. Quedan todavía profesionales «sometidos» a las «prácticas arcaicas del psicoanálisis», que impiden a nuestros cientificistas celosos realizar su gloriosa marcha hacia adelante para vencer al autismo. De hecho, que no quedan ya muchos más psicoanalistas para luchar en este terreno minado, es de hecho una ilusión. Al contrario, lo que aparece, desde que la figura del psicoanalista no hace ya de pantalla frente a lo real de la clínica, son los sujetos que han rechazado obedecer las órdenes y las tentaciones de los conductistas, los sujetos que se orientan a partir de su síntoma y de la singularidad. Son ellos los que el sistema no llega a incluir en su proyecto y en sus proyecciones.

Es en el momento de la adolescencia y del pasaje a la edad adulta que esta decisión se manifiesta de la manera más radical. Es desde ese momento que la cuestión del cuerpo y del goce que los desborda se presenta sin el auxilio de ningún discurso establecido. Es entonces que el deber del psicoanalista es el de ofrecer al autista el asilo del discurso del psicoanálisis, bajo la forma que sea. Es también su deber el de aportar su sostén a los padres y a la familia que se mantenga un lugar en el que inscribir «lo irreductible de una transmisión».