“El autismo me tuvo en su jaula desde que tuve conciencia. El autismo había estado ahí antes que el pensamiento, así que mis primeros pensamientos eran sólo automáticos, repeticiones en espejo de los de los demás. El autismo había estado ahí antes que el sonido, así que mis primeras palabras eran ecos sin sentido de las conversaciones a mi alrededor. El autismo había estado ahí antes que las palabras, así que el noventa y nueve por ciento del repertorio verbal era una colección guardada de definiciones literales del diccionario y frases almacenadas. El autismo había estado ahí antes de que yo conociera un deseo propio, así que mis primeros deseos eran copias de aquellos percibidos en otros (muchos de ellos en la televisión). El autismo estuvo ahí antes de que aprendiera como usar mis músculos, así que cada expresión facial o pose será un reflejo, como de dibujos animados, de los que veía a mi alrededor. Nada estaba conectado con el yo. Sin las más mínimas bases del yo, era como un sujeto bajo hipnosis, totalmente susceptible de cualquier programación o reprogramación, sin oposición y sin ninguna identificación personal. Estaba en un estado de alienación total. Esto, para mí, era el autismo.”
Williams, D. (2012). Alguien en algún lugar. Diario de una victoria contra el autismo. N.E. Ediciones. Barcelona. Pág. 15.