Mariano Almudévar es psiquiatra en Huesca. Aunque ha llevado a cabo su labor como psiquiatra generalista, es amplio conocedor de los debates profesionales actuales entorno a la cuestión del autismo.

En el campo de las investigaciones etiológicas, Almudévar advierte de la prudencia que los científicos serios mantienen en relación a las causas del autismo. No solo no hay un marcador biológico específico del autismo si no que hay una falta de fiabilidad en los instrumentos usados, y una ampliación de los criterios diagnósticos hacia la normalidad, dice el psiquiatra […] el diagnóstico de TEA ha estado aumentando espectacularmente en los últimos 15 años hasta hablarse de una epidemia y con este aumento ha habido una colonización del asunto por varias especialidades, investigadores, profesionales y terapeutas cowboy diversos, un aumento de trágicas dimensiones del uso de drogas psicoactivas y escasa evidencia de una mejora en el pronóstico de los autismos clásicos o en los servicios para adultos, de los que nunca se habla.

En lo que se refiere al uso de la medicación, Almudévar sigue de cerca los estudios científicos actuales. A la vez que la Medicina basada en la evidencia (EBM) hace ya aguas en lo que se refiere a las medicaciones eficaces para mejorar la calidad vida de las personas con autismo, el uso de antipsicóticos en niños y adolescentes está siendo seriamente cuestionado. Es difícil ver cómo podemos justificar el uso de antipsicóticos en el autismo de manera rutinaria excepto como control y/o castigo, dice Almudévar. La EBM se ha revelado entonces una medicina basada en la mercadotecnia.

Su posición como psiquiatra hace así obstáculo a los estandartes con los que la falsa ciencia ocupa los medios de comunicación e, incluso, los programas políticos de salud mental. ¿Qué lugar le queda entonces a la psiquiatría que es conocedora de sus límites? En su texto «Autismo y medicación», disponible en Internet, Almudévar dice: El psiquiatra puede tener un papel central en el abordaje del autismo. El o ella está bien posicionado para hacer un diagnóstico jerárquico y diagnósticos diferenciales; puede actuar de enlace y apoyo con respecto a necesidades médicas ordinarias que los afectados tendrán; puede tener una relación profesional con la familia en la que sus conocimientos de autismo y del desarrollo ayuden a los padres a entender lo que pasa y a tomar decisiones; puede hacer seguimientos con la necesaria empatía para entender las dinámicas del duelo y de denegación y el impacto que la discapacidad va a tener en las relaciones de la familia. No debe usar medicación rutinariamente para tapar la ausencia de los recursos educativos y ocupacionales adecuados, o para justificar vulneraciones de derechos fundamentales en esas personas […] La medicación no debe ser nunca un sustituto de la atención directa. No se debe dar sin el debido respeto al consentimiento informado. No hay que olvidar que en general el afectado de autismo no puede decir no a la medicación.