TORREON. Espacio de acogida y tratamiento para niños y sus familias.

Somos, en esta época, unos pocos, los empeñados en atentar contra las cosas, en crear en nosotros espacios para la vida, espacios que no existían, ni parecían tener que encontrar lugar en el espacio”.

Antonine Artaud

Frase escrita en la pared de Torreón

Nos parece que una institución orientada por el psicoanálisis es un lugar privilegiado para realizar una acogida y una oferta al sujeto. Una acogida a sus modos de tratamiento, de defensa, frente a la invasión de goce que padece. Una oferta, construida en una pluralidad –de espacios, de intervinientes- para construir un “espacio”, una “atmósfera”, que constituya un lugar de respuesta más allá de los efectos de significación. Es, a partir de ese trabajo, que podemos hablar de efectos civilizadores del goce.

Habitar ese lugar de respuesta pasa por poner el acento en la acogida del sujeto, en lo particular que él trae para poner al trabajo. Desde hace años hemos apostado en nuestras instituciones por la orientación que nos aporta la práctica “entre varios”, lo que implica que hacemos recaer el “tratamiento” sobre el Otro con el que se las tiene que ver el sujeto –los intervinientes, la institución misma- siendo los efectos a vislumbrar en el sujeto. Para ello es importante captar cuales son las condiciones del Otro que permitan, para cada sujeto, facilitar el encuentro.

La lengua francesa dispone de una palabra, “être”, ahí donde nosotros tenemos dos: ser y estar. A veces pareciera que vivimos en una sociedad en la que el pedido en relación a estos chicos sería el de que “estén” bien, en el sentido de que no se note que son “diferentes”, es decir que se “normalicen”. Esta visión que pone el acento en el “estar aparente”, deja de lado lo que cada uno de ellos “es”, no ya en su diferencia sino en su singularidad. Desde Torreón apostamos por crear lugares donde cada uno de ellos pueda “estar como es”, y lo que nos encontramos es que haciendo esta apuesta justamente pueden “estar bien”. Estar bien, no en la foto fija de la supuesta “normalización”, sino en “su” normalidad, la de cada uno.

Para ello, desde Torreón, donde atendemos a 80 niños y jóvenes de 3 a 21 años, hemos articulado una institución “poliédrica” en la que desplegamos diferentes propuestas: talleres específicos, “la tarde de Torreón” (donde los chicos y jóvenes en pequeños grupos pasan por diferentes talleres: biblioteca y ordenadores, arte, psicomotricidad, música, teatro, cocina…), apoyo escolar, tratamientos individuales. Con el grupo de adolescentes, además de los espacios de talleres, se realizan salidas a diferentes lugares de ocio de la ciudad (cine, bolera, piscina, museos, compras…).

En los talleres, la propuesta que realizamos hacia los jóvenes es lúdica, rehuyendo el “X-terapia” que les aprisiona bajo la consideración del déficit y la reeducación.

Esto no quiere decir que Torreón sea una ludoteca, por el contrario, los intervinientes que se ocupan de cada taller ponen en juego, cada uno a su estilo, un modo de acompañamiento que busca el encuentro, la pacificación, la puesta en juego de la circulación de la palabra, el trabajo sobre el cuerpo, la posibilidad de estar junto a otros, y muy fundamentalmente dar un lugar a cada sujeto y a sus producciones.

Torreón no es un centro específico para niños y jóvenes autistas. Trabajamos con ellos junto a chicos que presentan otro tipo de dificultades. Esto implica una complejidad en el trabajo, que ponemos –por supuesto- a cuenta del equipo.

Habitualmente se ocupan de los talleres al menos dos intervinientes: para poder acompañar a otro espacio si un chico necesita salir y para poder volver a entrar, para acompañar en diferentes actividades, para facilitar el que se genere una conversación, para facilitar intervenciones entre varios y, muy fundamentalmente, para promover la difracción de la transferencia.

Está establecido que en cada espacio se plantea una propuesta de trabajo. Sin embargo, esta propuesta no es nunca una imposición o una exigencia. Más bien, la propuesta hecha en cada taller la pensamos como un elemento organizador: pues es ante ella que cada sujeto es convocado a una elección, y puede ser que la elección de uno se tome como una buena idea por el resto y se modifique la propuesta general, o bien que haya diferentes chicos trabajando con diferentes materiales o en diferentes actividades. Trabajar y dar valor a la elección es también una apuesta clínica, pues además de apuntar al sujeto, confronta a los límites de la elección –“no se puede todo”- haciendo recaer esta imposibilidad en primer lugar del lado de la institución y/o de los intervinientes, en una remisión que por un lado agujerea al Otro y que por otra parte acerca a ese aparato de goce que es el lenguaje.

Son siempre intervenciones que se apoyan en la relación, en la transferencia, y es siempre a partir de ella que hacemos el cálculo de introducir pequeñas variaciones que tomando en cuenta sus objetos, sus significantes, sus particularidades, abran el campo a nuevos objetos, nuevos significantes, nuevos juegos y materiales, y que posibiliten también la inclusión en su campo de una relación más pacificada a los otros.

Para finalizar, decir que Torreón no pretende ser una institución “total”, una institución cerrada sobre sí misma, sino más bien constituirnos como un punto de una red que en su entramado sostenga al sujeto en sus producciones, en el hallazgo de nuevos recursos para tratar aquello que lo excede.