Esta película narra la historia de un hombre identificado como Chance (que puede traducirse como “casualidad” o bien “oportunidad”), que ha vivido toda su vida sin salir de la mansión de un hombre rico, al que se refiere como “El viejo” sin que sepamos si les une algún parentesco. La mañana en que “El viejo” fallece en su lecho, una pareja de abogados llega a la mansión para tasar su valor como vivienda. Chance se presenta como el jardinero de la casa. Los abogados le comunican que la mansión está en venta y que ya no podrá seguir ejerciendo su labor allí. De modo que Chance hace las maletas y sale a la calle por primera vez en su vida.

Tras pasarse todo el día deambulando por la ciudad, Chance conocerá a Eve a raíz de un pequeño accidente. Eve resulta ser la esposa de un moribundo senador que acogerá a Chance en su lujosa mansión. Podemos decir aquí que Chance vuelve a su situación original: amparado por un viejo bajo el techo de su opulento hogar.

El lenguaje de Chance -literal y sin ninguna clase de metáfora- seduce al senador, quién, a dos pasos de morir, toma a Chance por alguien capaz de hablar con honestidad y entereza de la muerte.

El momento clave se producirá cuando el senador se entreviste en su mansión con el presidente de los Estados Unidos. Chance no decide entonces retirarse ni tampoco espera a ser autorizado por el senador para asistir a la reunión, simplemente asiste. Estrecha la mano al presidente como ha visto hacer en televisión a los grandes mandatarios y al despedirse de él, le llamará por un diminutivo como ha oído decir al senador justo antes.

En la reunión, el senador preguntó a Chance su opinión sobre el crecimiento económico y él respondió hablando del florecimiento de un jardín según las estaciones del año. Lo que para el senador y el presidente resulta una metáfora genial que abre nuevas vías de desarrollo económico no es más que una respuesta literal de Chance, sin ningún doble sentido. Sin embargo, el presidente citará sus palabras en un discurso pocas horas después.

La mención a Chance en el discurso presidencial disparará la curiosidad de la prensa hacia el jardinero. De modo que Chance será invitado a un talk show para que hable sobre economía. Allí responderá de idéntico modo a como hizo en la reunión con el senador y el presidente. Veremos la reacción de Louise, la criada negra de “El viejo” que cada día cocinaba para Chance, al ver el programa y nos revelará un detalle crucial con sus palabras: “No aprendió a leer ni a escribir. No tenía sesos”. Louise afirma que Chance ha llegado tan lejos por ser blanco, puesto que realmente es analfabeto.

En nuevos eventos oficiales, a Chance le ofrecen escribir libros. Responderá que no puede escribir, lo cual será interpretado por su interlocutor como una cómica respuesta de desagrado frente al panorama literario. En la misma línea, cuando la prensa le pregunta qué periódicos lee, él contesta que no lee periódicos sino que ve la televisión.

Chance no ha cedido a ser educado por la letra. Su imitación de los comportamientos que ha visto en la pequeña pantalla y su dedicación a la jardinería –se presenta como un buen jardinero– crean frente a los demás un semblante de hombre sabio. Lo cual, sumado a los equívocos que produce con sus frases literales, desencadena la ascensión de Chance hacia un reconocimiento no buscado pero frente al que tampoco se siente incómodo.

La última imagen del filme –Chance examina las plantas alrededor de un lago y camina sobre la superficie del agua- nos sugiere al jardinero como una suerte de nuevo Jesucristo encarnado bajo la figura de un hombre discreto que, sin embargo, asciende al poder a base de malentendidos. Así, Bienvenido Mr. Chance presenta definitivamente al autista como un sabio que con su humildad y sencillez –valores cristianos- logra colocarse bajo el amparo de los poderosos. No hay lugar para la angustia o la soledad en su historia, pues, en efecto, nuestro protagonista parece protegido por una fuerza divina que le permite llegar a buen puerto a cada avance de la trama.