clinica o reeducacionSecuencia prevista para el día del Foro. 

En el escrito “La dirección de la cura y los principios de su poder” del año 1958 Lacan advertía de los postfreudianos que habían derivado sus tratamientos hacia una “reeducación moral del paciente”. Lacan vinculaba este ideal terapéutico con la impostura y aclaraba que esto los alejaba definitivamente de Freud y su enseñanza. Para Lacan: “la impotencia para sostener auténticamente una praxis, se reduce, como es corriente en la historia de los hombres, al ejercicio de un poder” (p. 566) Si Lacan califica de impostura a la reeducación moral es porque se fundamenta en el supuesto de que el terapeuta sabe cuál es el bien para su paciente y cree poder otorgárselo. Podríamos decir, parafraseando un antiguo lema absolutista, aquello de ¡todo por el paciente, pero sin el paciente!

En el tratamiento actual del autismo, la palabra reeducación se ha convertido en un término clave. Los sujetos con autismo son sometidos a prácticas reeducativas con el objetivo de que modifiquen las conductas que se consideran disruptivas o inadecuadas, con el fin de adaptarlos a la “normalidad”. La modificación de la conducta se pretende conseguir mediante la ingenua, banal y peligrosa técnica del premio – castigo.

Por supuesto, esta reeducación somete al sujeto con autismo, que es frecuentemente un ser frágil y profundamente angustiado, a situaciones de extrema exigencia, e incluso violencia, que no toman en cuenta para nada cuáles han sido las defensas que el propio sujeto ha conseguido inventar para mantenerse en un mundo que experimenta como hostil. Así, por ejemplo, los balanceos estereotipados de un niño autista son un intento de soportar el malestar del cuerpo, como han podido afirmar en ocasiones los propios sujetos autistas (veáse Temple Grandin). Desde luego, no son la mejor solución. Ahora bien, ¿cómo transformar esta defensa del sujeto en otra cosa evitando por encima de todo un descalabro subjetivo?

Las técnicas reeducativas parten de un principio profundamente erróneo. Suponen que las conductas a eliminar no cumplen función alguna para el sujeto y  son, por tanto, prescindibles. Por otro lado, nunca anotan los efectos secundarios, por decirlo suavemente, que a veces causan sus técnicas. En efecto, conseguir que un niño con autismo que repetidamente se pone objetos en la boca deje de hacerlo después de una insistente terapia basada en el premio o el castigo, no toma en cuenta ni la angustia del sujeto, ni hacia adonde se ha desplazado esta angustia que se calmaba con la alarmante “manía” de llevarse objetos a la boca. Así pues, los supuestos beneficios no son del todo veraces.

Desde luego, no se trata de ningún modo dejar el sujeto librado a sus “manías”. Pero ninguna reeducación podrá dar nunca la medida clara de lo que se juega para el sujeto en su malestar y sus manifestaciones. Para ello es necesaria la clínica. Entender porqué un niño se tapa la boca con objetos requiere de una clínica fundamentada en una episteme acerca de qué es un sujeto, cómo este sujeto habita su cuerpo, qué quiere decir tener o no tener un cuerpo, qué es la angustia, qué implica estar en un mundo hecho de palabras, de cosas y de seres que hablan. Solo una praxis sostenida en una clínica que tome en cuenta al sujeto y sus intentos de solución puede acompañarlo en la búsqueda de soluciones exitosas que estarán allí cuando puedan surgir donde, a lo mejor, no las esperábamos aunque sabíamos que podían llegar. En definitiva, se trata de que el niño, en lugar de taparse la boca con pequeños objetos,  construya un síntoma que, en el mejor de los casos, le permita incluir a los otros e incluirse, por tanto, en el lazo social.

¿Qué es la clínica? ¿De dónde parte? ¿En qué no es una reeducación? ¿En qué no es el ejercicio de un poder? Esperamos poder debatir sobre todo ello en el Foro.

Neus Carbonell es codirectora del Foro sobre autismo «¿Insumisos de la educación?».