couv_maleval1[i] Fragmento del libro Étonnantes mystifications de la psychothérapie autoritaire, de Jean-Claude Maleval (Navarin / Le Champ Freudien, 2012). Publicado en el Blog del Foro autismo (http://autismos.elp.org.es) con la amable autorización del autor.

El método ABA (Applied Behaviour Analysis) se limita al abordaje de los comportamientos que él se esfuerza en normalizar sin intentar penetrar en sus funciones y sin preocuparse de la vida afectiva[ii]. No solo el ABA confronta permanentemente al sujeto autista a sus demandas percibidas como intrusivas y amenazantes, sino que su voluntaria ignorancia del funcionamiento cognitivo le lleva a veces a proponer el recurso a técnicas que la mayor parte de los demás especialistas consideran como inapropiadas. Esta terapia en la que todo está permitido conduce a suponer que lo que es verdadero para la mayor parte de los individuos – a saber, que “lo imprevisto y la novedad aumentan mucho el refuerzo”[iii]-, debe serlo también para los autistas. A partir de ahí, los partidarios del ABA no dudan en promover la utilización de “sorpresas” que serían “en general muy agradables y motivantes”.

Ahora bien, una prescripción tal choca con la opinión unánime de los autistas de alto nivel: Todos ellos han pasado por la experiencia de la función reconfortante de las conductas de inmutabilidad. “No me gustaban las sorpresas – testimonia Gunilla Gerland-, cosa que servía para todos los dominios de la vida. No quería quedar expuesta a lo imprevisto, en ningún momento. En efecto, si tenía la posibilidad de soportar algunos acontecimientos, debía estar preparada para ellos[iv].

Por otra parte, aconsejar a los educadores ABA de introducir el entusiasmo en su voz[v] testimonia de un desconocimiento decidido de las aportaciones del psicoanálisis que conciernen al carácter angustiante de la voz[vi]. La mayor parte de los clínicos están de acuerdo, por otra parte, en una actitud contraria, subrayando con Hans Asperger que vale más hablarles “sin emoción”[vii] si uno quiere hacerse entender.

En este contexto, que lleva a situaciones de enfrentamiento, se vuelve necesario dar consejos a los educadores, no tanto para moderar las intervenciones físicas, sino para no incitar a recurrir a ellas si uno es capaz de asumirlas: “No den consignas que conducirán a una pelea -se les enseña-, si ustedes no se sienten capaces de asumirla (hacerle sentar, intentar obtener el contacto visual, hacerle quedarse tranquilo o hacerle decir ‘Buenos días’ o ‘Adiós’). Les corresponde a ustedes decidir si esto es verdaderamente importante y ¡si ustedes están preparados! Dicho de otra manera, no exija usted nada si no está preparado para las consecuencias que se podrían derivar y que necesitarían de una intervención física[viii]. En resumen, el educador ABA no esconde que se debe estar preparado para la pelea con el fin de procurar el bien al otro.

En esta perspectiva, la especificidad del funcionamiento del sujeto autista es esencialmente entendido como un obstáculo al trabajo educativo. Nunca son mencionadas sus angustias, así como sus intereses son tenidos poco en cuenta, pues éstas son de hecho nociones psicológicas no directamente observables. Por el contrario, se combate su aislamiento, sus distracciones, sus cóleras, sus autoestimulaciones y su rechazo a cooperar. En fin de cuentas, se trata esencialmente de hacer obedecer al niño llevándolo a compartir la visión del educador sobre las normas de desarrollo de la persona.

Ciertamente, la práctica del ABA fuerza a tomar en cuenta ciertas dificultades cognitivas, pero se le pide más al autista que las sobrepase que al educador, se adapte. Además, las especificidades de su funcionamiento afectivo son especialmente ignoradas. Se trata de un método generalizable a todos, que no se preocupa a penas de las diferencias del niño autista.

Técnicas de parecida inspiración son, por otro lado, utilizadas sobretodo en Canadá, para reeducador a los delincuentes. “Este proceso pedagógico -se afirma- es aplicable a una buena enseñanza[ix]. Esta se sustenta en la hipótesis implícita según la cual todos los seres humanos comparten el mismo funcionamiento. Así, los especialistas de este método afirman aplicarlo en la educación de sus propios hijos, en sus relaciones de amistad y amorosas, así como para entrenar un equipo de básquet, de fútbol o de danza[x]. Nada se le resiste: Este método puede mejorar las competencias sociales, el rendimiento profesional, la adquisición del lenguaje, la autonomía, la calidad de los placeres, etc. De hecho, los defensores del abordaje conductista no trabajan con autistas, sino con “anormales”. O. I. Lovaas y sus colaboradores no dudaron en sostener esto afirmando que el autista no existe: esto no sería más que un error de Leo Kanner[xi]. Ellos eluden que, sin conocer los trabajos de L. Kanner, Asperger hizo el mismo “error” el año anterior.

Una de las objeciones que se hace a menudo al método ABA reside en la utilización de condicionamientos aversivos, término técnico que designa lo que en el lenguaje corriente se denomina más bien “castigos”. Ellos han constatado que estos condicionamientos son eficaces; por tanto, ¿Por qué no utilizarlos con todo su rigor? Los partidarios de este método no esconden que O. I. Lovaas empezó sus investigaciones en los años 1960 aplicando electroshoks a niños autistas con el fin de reducir las conductas de automutilación. Los resultados fueron concluyentes[xii]. Señalan que el abandono ulterior de los métodos punitivos se produjo, no en nombre de la ciencia, sino bajo la influencia de consideraciones éticas sostenidas por la presión social (manera elegante ésta de evocar la intervención de ciertos tribunales). Ellos hacían mención a lo “políticamente correcto”. Se puede escuchar en ellos un cierto pesar por haber tenido que privarse de métodos tan eficaces. Añadieron, sin embargo, razones pertinentes para este abandono. El castigo, afirman ellos, puede llegar a ser un procedimiento de un maltrato considerable y necesita entonces de un control cuidadoso[xiii]. “Fuimos testimonio –añaden- de circunstancias a lo largo de las cuales algunos ‘profesionales’ abusaron del castigo hasta el punto que pudieron considerarse un maltrato[xiv]. Y lo que es lo más importante, señalan que es un procedimiento demasiado fácil de utilizar, al que se recurre demasiado a menudo “de manera emocional”, teniendo en cuenta que su “utilización incorrecta” lleva el riesgo de afectar negativamente en la reputación del ABA.

La mención a una “utilización incorrecta” del castigo, en un trabajo que explica las razones de su suspensión, es importante: Ello revela la persistencia de la noción de un castigo supuestamente correcto. Se afirma, por otro lado, que ese castigo fue utilizado de una manera “correcta” en 1973, gracias a una buena formación del personal y con la vigilancia de diversos supervisores, entre los cuales O. I. Lovaas. Todo esto no es sin consecuencias en la práctica cotidiana del ABA. Desde el punto de vista de los especialistas mismos, el método se aplica por profesionales que a menudo no son suficientemente competentes, no habiendo sido formados en la UCLA (Universidad de California, en Los Ángeles)[xv]. Así, muchos no retienen más que las nociones más sumarias, a saber que el niño debe hacerlo que se le pide. Cuando este rechazo pone demasiado a prueba la paciencia del educador, crece la tentación de quedarse únicamente en los condicionamientos positivos, para recurrir después a otros, ciertamente no recomendados, pero de los que la eficacia ha sido científicamente demostrada. Los especialistas de la UCLA admiten que existen todavía profesionales que utilizan métodos aversivos, pero que se muestran reconfortantes: “No son necesarios, la mayor parte de ellos utilizan únicamente abordajes conductistas positivos«[xvi].

Sin embargo, incluso si no tomamos en consideración los condicionamientos aversivos, el método ABA se mantiene como una práctica que ejerce una violencia en el niño autista, no teniendo en cuenta lo que le angustia, ignorando la importancia de estas conductas de immutabilidad, pretendiendo separarle de su objeto autístico, pidiéndole que se adapte al terapeuta, y dejándole lo menos posible aislarse. El comportamiento “difícil” del niño, su frecuente rechazo inicial de cooperar, no son interrogados y no son entendidos como modos de comunicación o como expresiones de dificultades específicas. Al niño se le pide esencialmente su obediencia; el riesgo de un aprendizaje por sumisión está servido, convirtiéndose en un obstáculo para el acceso a una independencia.

Los resultados producidos con el apoyo del ABA son como el método: Deshumanizados y puramente estadísticos. Hay que recordar a D. Fasquelle que los anuncios optimistas iniciales a partir de una tasa del 47% de éxito obtenidos por O. I. Lovaas, en el momento de sus primeros trabajos[xvii], implicaban la utilización de condicionamientos aversivos que, según los discursos autorizados, deberían ser hoy abandonados (incluso si, de hecho, esto todavía no es así)[xviii]. Esta es una de las razones por la cuales esos resultados no han sido confirmados por estudios posteriores.

Un examen preciso de los datos disponibles sobre este tema conduce a la conclusión siguiente: “Es momento –escribe Victoria Shea para los partidarios del método y para los profesionales de dejar de citar la cifra de 47%, así como los conceptos tales como ‘desarrollo normal’, niños ‘imposibles de distinguir su edad en comparación con un desarrollo normal’, y el hecho de haber sido ‘curados’ de su autismo. Los resultados que aportan la investigación actual no están de acuerdo con tales interpretaciones: además, otros estudios, efectuados a lo largo de las tres décadas que han transcurrido desde el inicio de esa investigación, ponen sistemáticamente en evidencia las tasas de éxito (según los criterios del estudio original) que son significativamente inferiores al 47%[xix].

El método ABA, ¿es capaz de producir un autista de alto rendimiento? Nos está permitido dudarlo. A la vista de los resultados de O. I. Lovaas, según los cuales el 47% de los niños estarían en disposición de integrarse en un circuito escolar ordinario, Richard  D. Boyd y Michael J. Corley constatan en 2001 que los niños que han seguido un programa de condicionamiento intensivo (entre treinta y cuarenta horas por semanas) van al final de la experiencia a una escuela especializada[xx]. Los nueve jóvenes designados por O. I. Lovaas como aquellos “que tenían la mejor evolución” debían tener entre treinta y siete y cuarenta y siete[xxi] años, en 2012: Según lo que conozco, ningún estudio no está todavía hoy disponible sobre cuál ha sido su devenir. Nunca un autista de alto nivel no ha dado pruebas de una salida de su repliegue por medio de la aplicación sistemática de aprendizajes coercitivos.

 

[ii] Maleval, J.-C., ¡Escuchen a los autistas!, Paris, Navarin, 2012.

[iii] Leaf, R., Mc Eachin J., Autisme et ABA. Une pédagogie du progrès [1999], Paris, Pearson Education, 2006, p. 35.

[iv] Gerland G., Une personne à part entière [1996], Mougins, Autisme France Diffusion, 2004, p. 130.

[v] Lear, R., McEachin J., Autisme et ABA, op. cit., p- 47.

[vi] Maleval, J.-C. El autista y su voz, Ed. Gredos, Barcelona, 2012.

[vii] Asperger, H., Les psychopathes autistiques pendant l’enfance [1944], Le Plessis-Robinson, Institut Synthélabo, 1998, p. 69.

[viii] Leaf, R., McEachin, J., Taubman, M., L’approche comportementale de l’autisme, op. cit., p. 24.

[ix] Ibid., p. 16.

[x] Leaf., R., McEachin, J., Taubman, M., L’approche comportementale de l’autisme, op. cit., p.24.

[xi] Lovaas, O. I., 2Clarifying comments onn the UCLA Young autism Project. Paper “ [2000], citado por Dawson, M. en “The misbehavior of behaviourists. Ethical challenges to the autism-aba industry”, 2004. Disponible en http://autismos.elp.org.es. Traducido por Eduard Fernández.

[xii] Lovaas, O. I., Simmons, J. Q., “Manipulation of self-destruction in three retarded children”, op. cit., p. 143-157.

[xiii] En ocasión de una investigación efectuada en 1973, que demostraba la eficacia del método ABA para normalizar las conductas, fueron utilizados castigos, pero el personal que recibió la formación sobre su utilización “con el fin de asegurar un empleo corrector del procedimiento” [Leaf, R., McEachin, J., Taubman, M., L’approche comportementale de l’autisme, op. cit., p. 39].

[xiv] Leaf, R., McEachin, J., Taubman, M., op. cit., p. 40.

[xv] Ibid., p. 45: “Hemos observado a menudo -escriben ellos para deplorarlo- programas que se ponen en marcha para individuos que nunca han estado vinculados a la UCLA, pero que dicen seguir su método”.

[xvi] Ibid., p. 194.

[xvii] Lovaas, O. I., “Behaviour treatment…”, op. cit., 1987, vol. 55, nº 1, p. 3-9.

[xviii] Así, según Mediapart, el encuesta de la Agencia regional de salud del Nort-Pas-de-Calais entre el personal del centro Camus de Villeneuve-d’Ascq, confirma que los ‘hematomas [detectados en los brazos de la niña autista, de la que el padre puso la denuncia] son resultado de los bloqueos ejercidos por el educador’, y que a partir de los momentos de time-out, solución sin embargo denominada “extrema”, fueron efectivamente utilizados”. La fundadora y actual tesorera de este centro espacializado en ABA explicó de entrada a la periodista Sophie Dufau que “el time-out es un procedimiento de castigo”, antes de precisar que éste consiste en encerrar a un niño en la oscuridad para limitar sus estimulaciones sensoriales. En esta misma entrevista, ella se refirió a la eficacia de los “choques eléctricos” disuasivos todavía practicados par algunos trastornos severos en los Pays-Bas, por ejemplo. A la vez, precisó: “nuestros intervinientes […] saben utilizar el castigo […] Aquí, utilizamos el ABA y nada más”. Ver: Dufau, S., “Autisme: un courrier embarrassant pour un centre touhourss cité en exemple », Mediapart, 3 de abril de 2012 (artículo disponible en Internet). Y ver, también: Jeannot, K., « El centro Camus ABA de Villeneuve-d’Ascq acusado de maltrato por el padre de dos niños autistas”, Lacan Quotidien, publicación on line (www.lacanquotidien.fr), nº 192, 5 de abril de 2012.

 

[xix] Shea, V., “Revue commentée des articles consacrés à la mèthode ABA (EIBI : Early intensive behavioral intervention) de Lovaas, appliqué aux jeunes enfants avec autisme“, Psychiatrie de l’enfant, 2009, vol. 51, nº 2, p. 297.

[xx][xx] Boyd, R., D., Corley, M, J., “Outcome survey of early intensive behavioral intervention for young children with autism in a community setting”, Autism, déc, 2001, vol. 5, nº 4, p. 430-441,

[xxi] Shea, V., “Revue commentée des articles consacrés à la méthode ABA », op. cit., p. 281.