José Ramón Ubieto. Psicoanalista. Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis. Autor de “TDAH. Hablar con el cuerpo”. EdiUoc, 2014.

La Fundació Vall d’Hebron Institut de Recerca nos informó que, en una investigación de la que solo conocemos resultados provisionales explicados en un congreso reciente sobre el TDAH, ha detectado algún trastorno de aprendizaje o psicopatológico en más del 20% de escolares catalanes. Las cifras – añaden – son comparables a las europeas, pero aquí el 90% no está diagnosticado[1]. Unos meses más tarde y con el apoyo de los Departamentos de Benestar social, Ensenyament i Salut, se estableció el actual PROTOCOL PER AL MANEIG DEL TRASTORN PER DÈFICIT D’ATENCIÓ AMB HIPERACTIVITAT (TDAH) INFANTO JUVENIL EN EL SISTEMA SANITARI CATALÀ[2] “un plan para ir resolviendo esa situación tan anómala de alumnos con problemas sin diagnosticar ni tratar”.

¿Qué podría añadir de nuevo este estudio? Sabemos que las manifestaciones más importantes del padecimiento psíquico de los niños del S.XXI giran alrededor de la escuela y de los aprendizajes. Lo cual no tiene nada de extraño ya que la escuela es su principal foco socializador, tanto por lo que se refiere a la adquisición de conocimientos y de hábitos como a la interacción social con sus semejantes.

Buena parte de este sufrimiento está ligado a los aprendizajes y a la relación que mantienen con el saber, que no siempre es fácil y marcada por un deseo y un consentimiento a aprender. Encontramos dificultades relacionadas a la carencia de recursos personales o déficits cognitivos, dificultades vinculadas a la atención y concentración y a veces rechazo directo de los aprendizajes (absentismo).

Algunas de las dificultades en el ámbito escolar toman la forma del denominado TDAH (en los EEUU el porcentaje es similar al que ofrece este estudio: 20% de alumnos de secundaria), diagnóstico que sirve en muchos casos como cajón de sastre que incluye verdaderas dificultades de atención vinculadas a conductas hiperactivas y otras respuestas con etiología diferente.

Hoy además sabemos que ya hay una nueva etiqueta para incluir aquellos trastornos que el TDAH no incluye por no presentar los signos correspondientes de Hiperactividad. Se llama TLC: Tempo Cognitivo Lento (SluggishCognitive Tempo) y cuenta ya con más de dos millones de niños estadounidenses diagnosticados y medicados con atomoxetina y psicoestimulantes[3].Todo ello sin olvidar las cifras en aumento del otro gran cuadro psicopatológico infantil: el Trastorno Bipolar Infantil (TBI) que ha hecho el camino inverso del TDAH. Ha pasado del adulto (Trastorno Bipolar) al niño.

También sabemos que el empuje de algunos a la “detección” (y medicación) precoz no se detiene ante nada, ni siquiera ante las pautas clínicas más elementales en paidopsiquiatría. Prueba de ello es que más de 10.000 niños americanos (de clases desfavorecidas) menores de 3 años ya están siendo diagnosticados y medicados por presentar (?) TDAH[4].El propio Conners, profesor emérito de la Universidad de Duke y uno de los investigadores y clínicos del TDAH más reconocido mundialmente, señaló recientemente, en una entrevista para el New York Times, que el número de niños diagnosticados con TDAH se había elevado a 3,5 millones (600.000 detectados en 1990). Él mismo calificó estas cifras de «un desastre nacional de proporciones peligrosas” y añadió diversas consideraciones en su blog[5]. El trastorno es ahora, en los EEUU, el segundo diagnóstico más frecuente a largo plazo realizado en niños, muy cerca ya del asma.

En Europa, España es el país donde más aumentan los diagnósticos de TDAH y la prescripción de psicoestimulantes. Todo ello contrastaba con las bajas cifras en algún otro país como Francia. El informe de la Haute Autorité de Santé (HAS)  hecho público el pasado 13 de febrero, en el que anima a los médicos a detectar y diagnosticar el TDAH, ha supuesto un cambio en el status quo. Ya no hay más la excepción francesa.

Todo síntoma tiene su envoltorio formal ligado a las condiciones discursivas e históricas en las que toma cuer­po. La categoría TDAH se configura así como una “clase” capaz de “fabricar mundos” en el sentido que da a este térmi­no el filósofo y lógico Nelson Goodman. Para él una clase, definida a partir de los miembros que incluye y de sus rasgos comunes, tiene la capacidad de reconfigurar nuestro pasado, definir el presente y anticipar el futuro. En ese sentido crea un nuevo mundo a partir de la clase misma. Es por eso por lo que el TDAH tiene hoy, más allá de su uso clasificatorio en psicopatología, el poder de nombrar el malestar en la infancia y la adolescencia, y aho­ra también en los adultos.

Estamos de acuerdo en que los aprendizajes hoy hacen síntoma para muchos niños/as y adolescentes. Y que la lectura de ese síntoma no puede reducirse a unas estadísticas ni a la invención de nuevas etiquetas que recojan los restos de las anteriores ni tampoco al uso generalizado y al abuso de la medicación.

Por lo que se refiere a nuestro país, en el Informe del año 2010 del Comité de Derechos del Niño, organismo de  Naciones Unidas que vela por la aplicación de la Convención sobre Derechos del Niño, y en las recomendaciones dirigidas al Estado español, en el apartado de “Salud y acceso a servicios sanitarios” ya se advertía textualmente:

“El Comité expresa también su preocupación por la información que indica un aumento, en un período corto, en la prescripción de psicoestimulantes a niños diagnosticados con un trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH)”

“El Comité recomienda al Estado parte que examine con detenimiento el fenómeno de la prescripción excesiva de medicamentos a los niños y adopte iniciativas para proporcionar a los niños diagnosticados con un TDAH y otros trastornos del comportamiento, así como a sus padres, madres y maestros, acceso a una amplia gama de medidas y tratamientos educativos y psicológicos”[6].

Jacques Lacan nos recordaba que “Yo hablo con mi cuerpo, y eso sin saberlo. Digo pues siempre más de lo que sé” y Jacques Alain  Miller, a propósito de ese cuerpo hablante señalaba: “Ese cuerpo no habla sino que goza en silencio, ese silencio que Freud atribuía a las pulsiones; pero sin embargo es con ese cuerpo con el que se habla, a partir de ese goce fijado de una vez por todas.”

Esta es, pues, la cuestión que nos importa, más allá de las discusiones nominalistas o etiológicas: ¿sabremos leer esos cuerpos agitados y/o indolentes que hablan de un malestar que interfiere en sus aprendizajes tomándolos como interlocutores? ¿O por el contrario vamos a reducirlos a cuerpos deficitarios que exigen correcciones bioquímicas o conductuales sin escuchar el sufrimiento subjetivo que implican? ¿Cómo entender las formas, particulares a cada uno, para agitarse o desatender a sus profesores? ¿No estamos –como padres, docentes o clínicos- convocados a este malestar y a su abordaje? ¿De que podemos hacernos responsables (responder de) cuando está en juego la relación de un sujeto al saber y a su cuerpo?

[1]http://www.lavanguardia.com/vida/20140517/54408008382/vall-d-hebron-trastorno-aprendizaje-escolares.html#ixzz32KbZzLT8

[2]http://canalsalut.gencat.cat/web/.content/home_canal_salut/professionals/temes_de_salut/TDAH/PROTOCOLTDAHFINAL_maig2015.pdf

 

[3] http://www.nytimes.com/2014/04/12/health/idea-of-new-attention-disorder-spurs-research-and-debate.html?_r=0

[4]http://www.nytimes.com/2014/05/17/us/among-experts-scrutiny-of-attention-disorder-diagnoses-in-2-and-3-year-olds.html?_r=0

[5] ADHD World: http://adhd-world.blogspot.com.es/.

[6]Ver el citado Informe en el siguiente enlace: http://www.unicef.es/sites/www.unicef.es/files/Observaciones.pdf.