Silvia Elena Tendlarz es Profesora Adjunta a cargo de la Cátedra Clínica del autismo y de la psicosis en la infancia en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires.

 

El autismo es «una manera de ser», de donde se desprende la afirmación del autismo como un «funcionamiento subjetivo singular». No obstante, este funcionamiento que corresponde a la constitución de un encapsulamiento autista puede variar a lo largo del tiempo, incluso casi pasar desapercibido, como lo señala Jean-Claude Maleval. Esta perspectiva es la base de la acción analítica en el trabajo con sujetos autistas: es posible, no siempre, producir un desplazamiento. En el tratamiento se trata entonces, a diferencia de la psicosis, de extraerlo de su estabilización iterativa y ponerlo en movimiento a partir de sus «pasiones» o intereses específicos.

Ahora bien, ¿qué sucede cuando el tiempo pasa y los niños devenidos adolescentes y luego adultos siguen teniendo la necesidad de mantenerse en su mundo de seguridad sin abandonar sus iteraciones? ¿Qué pasa cuando no hablan, rechazan toda cesión del objeto y parecen imperturbables a toda propuesta de trabajo psicoanalítico o educativa?

La premura por sacar al niño pequeño de su funcionamiento autista, la idea de que «cuanto antes mejor» que sostiene la aplicación de protocolos generalizados, hace que al hablar de autismo se piense solo en niños. El «tipo Asperger» popularizado por películas y series contribuyen a la idea del autismo como una dificultad en el lazo junto a habilidades especiales en dominios específicos. Cada momento de la vida presenta para todo sujeto sus complejidades. El pasaje por la pubertad confronta al autista a preguntas en torno a la sexualidad y a la muerte cuyas respuestas quedan por fuera del saber establecido e interpela a los padres. La adultez conlleva la búsqueda de la inserción laboral. Pero en todos los casos se trata de sostener una política de integración y una lucha contra la segregación.

Este foro intenta examinar qué sucede con los sujetos autistas ya vueltos adolescentes o adultos, con sus crisis de agitación y de automutilación, incluso de violencias involuntarias, que sostienen con ahínco su mundo iterativo rechazando todos los tratamientos que se le proponen. ¿En verdad se trata del final de nuestro interés, de nuestro trabajo porque reciban un tratamiento que respete su singular manera de estar en el mundo?

No lo creo. Tal vez frente al mantenimiento de una homeostasis casi imperturbable de algunos sujetos autistas pueda proponerse una clínica del «hallazgo», del «tal vez», de la búsqueda de soluciones hechas a medida que pueden encontrarse en cualquier momento de la vida. El respeto por el sujeto autista incluye sostener el deseo de ir al encuentro de sus invenciones, cuando se produzcan, a través de los mil y un dispositivos para que advenga un desplazamiento para su singular modo de estar en el mundo.