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Glenn Maxx y Richard Howard-Griffin. Street art London.

Lo que el niño autista reclama, con su rechazo, es el derecho a tratar la oferta educativa a su manera. Su objeción a un cierto tipo de educación permite avanzar sobre el hecho de que la oferta educativa incluye siempre la posición del educador, y cuando éste olvida el consentimiento como expresión de lo singular, se autoriza a ubicarse como amo desde una perspectiva totalitaria que presiona para lograr la sumisión del sujeto.

Por eso es importante hacer otra diferencia: la educación no es el entrenamiento cognitivo-conductual que apunta a reducir al sujeto a un patrón pre-establecido. Esto sirve para ocultar que todavía hoy se quiere excluir al niño autista de la educación. La educación es una oferta de objetos de la cultura para que el sujeto se apropie a su manera de la misma, se trata de los distintos saberes, del patrimonio cultural.
Las escuelas de hoy parecen haber perdido la función educativa, se han transformado en dispensadoras de informaciones varias, básicamente, en espacios de control directo. Cuanto más se pierde la dimensión educativa, más crece el control social directo que se realiza, no sin el incremento de la angustia de los profesionales.

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Una educadora explica un cuento. Se sorprende por la ruptura de la ficción cuando un niño grita que el gigante lo aplasta y corriendo se refugia bajo una mesa, sin parar de gritar, tapándose las orejas y repitiendo no, no ,no…
Para que se pueda ampliar el mundo del sujeto autista hay que ver primero cuál es su funcionamiento. Así, la educadora vuelve al cuento del gigante pero dice que, ahora, se trata de construir barreras con el dibujo por el que el niño tiene una cierta inclinación. Alejado del lugar del relato, de espaldas, rodeado de papeles y lápices, dibuja su barrera…

Dona Williams (Alguien en algún lugar,  N.E.ED, Barcelona,  2014) dio la clave, se trata de un guía que siga al sujeto.