Insumisión - Patricia Aymami-20150520-175509787_1“Hola soy Mercè la madre de Àlex Costa, un chico autista de 14 años”. Así, año tras año, me he presentado en todas las charlas y foros a los que he asistido sobre autismo. Àlex ya tiene 14 años y lo digo con un cierto alivio y descanso, al menos hemos llegado hasta aquí, mejor que peor, más bien que mal. Me explico, no es fácil convivir con el autismo, ni aceptarlo. Durante años mi primer pensamiento al levantarme era concienciarme de que lo que estaba viviendo era real, no un sueño.

A Àlex le diagnosticaron autismo cuando tenía 4 años y medio. Para la doctora que lo diagnosticó era un autismo evidente, para todos los que le antecedieron,  Àlex era una persona quizá inmadura, quizá sorda, quizá con déficit de atención, quizá…. No voy a aburriros explicando el periplo de doctores, psicólogos, psiquiatras, directores, profesores, colegios… que tuvimos que visitar nosotros y el inocente Àlex, una tortura.

Ahora, desde  la distancia,  creo que lo más acertado fue que tuviéramos como prioridad que Àlex, dentro  de sus limitaciones, tuviera una vida lo más digna posible y sobre todo que fuera feliz. Es por esto que pasamos de que fuera el “raro” de la clase, que tuviera programas inalcanzables y que se ciñera a unas reglas incomprensibles para él. Con seis años estaba en un colegio especial, donde al menos se tendría en cuenta sus capacidades y donde encontraría a compañeros que se asemejaran a él. Ya no estaba solo. Compañeros que ha ido encontrando, además, en actividades extraescolares como musicoterapia, gimnasia, juegos y también en salidas de fines de semana y excursiones.

Creo pues, que todo lo que puedas conseguir, sea mucho o poco, de una persona con autismo, pasa por éste” tenerlo en cuenta siempre y en todo”. Es decir, a partir del conocimiento de las singularidades de cada persona autista, podremos empezar a trabajar para que éste individuo se sienta más cómodo en la sociedad en la que vive, sabiendo que quizá no será nunca la que él preferiría, y que, por tanto, no deberíamos agobiarle con excesivas imposiciones.

Somos nosotros los que debemos explorar sus mundos, de este modo los podremos acercar a los nuestros.